martes, 2 de diciembre de 2008

Para comunicar: todo vale...

Ayer y hoy, paseando y curioseando por Shanghai, me he dado cuenta de algo que me ha resultado poderosamente curioso.

Lógicamente, la incomprensión idiomática es bestial: poca gente habla inglés, y con aquellos pocos que lo hacen, realmente hay que tener mucha paciencia para entender más de dos frases seguidas. Por ello, en situaciones en que la comunicación verbal es poco fluida, tendemos a buscar ayuda en otros recursos, principalmente en la comunicación por gestos.

Y, como decía, ayer y hoy he visto lo que es llevar al extremo dicha comunicación: al acudir a un par de "bazares" ( o mercados) y querer comprar un par de chorradas, me he encontrado con el dilema de cómo negociar el precio con mi interlocutor. Elegir un objeto o prenda es fácil, buscar la talla no lo es menos. Pero llegado cierto momento, hay que hablar de lo importante: el precio. Regatear no solo es un arte, sino que en estos lugares es una exigencia. Hay que regatear y regatear (aunque reconozco que los vendedores ofrecen menos resistencia que en Marrakech, o en Thailandia) hasta llegar a un punto de equilibrio, como buen exponente de la ley de la oferta y la demanda. Pues bien, estos días he descubierto lo que es negociar con el simple uso de una calculadora, si apena usar otros signos o gestos, y muchos menos palabras. El comprador (yo) elige el objeto. A la pregunta de "How much?", el vendedor rápidamente echa mano a ese artefacto imprescindible hoy en día en su negocio que es la calculadora. Un rápido y profesional movimiento expone en la pantalla el precio de salida: empieza la fiesta. No sin menos experiencia (aunque sea simulada), cojo a mi turno la el artefacto numérico y marco un precio rebajado al 50%: chulo que es uno. Rápidamente el vendedor acompaña una exclamación en chino (aunque bien podría ser en arameo) con unos gestos de cabeza negando lo que sus ojos ven. Sin dudar, aprieta el botón "C", y marca un nuevo valor, a caballo entre el suyo primero y el mío. En ese momento, casi sin titubeo, borro de inmediato su segunda oferta, sin gesticular tan siquiera, para marcar la mía, censurando cualquier aportación posterior suya con un "No more, final price". Pero su expertise es mayor que la mía, y sin darme cuenta el número que yo había marcado, con un simple parpadeo de ojos, ha subido en un 10%... Mágico artefacto que maneja a su antojo. Sin apenas darme cuenta, llevo unos 5 minutos comunicándome plenamente, con un tipo curioso, que no solo no entiende mi idioma (ni yo el suyo), sino que apenas entiende mis gestos. Y esa comunicación llega a buen puerto, pues finalmente hay precio y por lo tanto contrato. El vendedor vende, al comprador que compra. Y con el simple intermedio de 10 cifras de una calculadora, asisto a uno de los momentos comunicativos más interesantes que he vivido nunca...

Realmente, para comunicar todo vale...

Saludos.

2 comentarios:

  1. Conozco el caso de una española que tenía de vecina a una sueca cuando ambas coincidieron en Nápoles. Ninguna hablaba el idioma de la otra pero se lo pasaban pipa (yo misma comprobé las carcajadas que invadían todas sus conversaciones...). Pues ¿no dicen que la comunicación no verbal es más importante que la verbal?

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  2. Hola Isable, gracias por pasar por aquí.

    Te doy toda la razón... Con el tiempo me voy dando cuenta de que cada vez presto más atención a la comunicación no verbal, que a la verbal (máxime si tenemos en cuanta lo que muchas veces hay que oír...).

    El cuerpo sin duda habla sin tapujos, con cierta transparencia. Solo hay que saber descifrar sus señales e interpretar su extenso contenido.

    He viajado más veces a Asia (Tailandia, India, Camboya, etc.) pero nunca había sentido tal sensación de incomunicación, de aislamiento, como en China. Al principio incomoda, pero con el paso de los día, uno acaba haciéndose a esa gozosa situación de anonimato absoluto!!!! Sobre todo cuando acaba viendo que la comunicación no verbal se puede llegar igual de lejos!!!!!

    Saludos.

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