Dice el Diccionario de la Real Academia de la Lengua que Incertidumbre es la falta de certidumbre. Por ende, la certidumbre o certeza es (1) el conocimiento seguro y claro de algo, o (2) la firme adhesión de la mente a algo conocible, sin temor de errar.
Vivimos tiempos de crisis, vivimos tiempos de incertidumbre. Claramente, no hay posibilidad de "adhesión de la mente a algo conocible", y desde luego que hay un grandísimo "temor de errar". He intentado mantenerme optimista en relación a la crisis global que atravesamos. Incluso, en ocasiones, he pretendido rozar el escepticismo... Supongo que en el fondo, había hasta hace poco en mí un componente romántico que contaba vivamente con la posibilidad de encontrar una pronta solución al problema, o incluso de que el problema fuese menor de lo esperado. Pero a medida en que avanza el tiempo, a medida en que se nublan las noticias, los pronósticos y las esperanzas, voy vislumbrando la opción menos deseada, pero más real: vienen tiempos muy revueltos.
En las últimas semanas he tenido ocasión, de una u otra forma, de escuchar a gente de alto nivel intelectual y profesional, de la empresa privada y de la empresa pública, del mundo de los negocios, del mundo del derecho, del mundo docente... y de todos ellos, saco una conclusión clara: incertidumbre. Vivimos en el reino de la incertidumbre, un reino en el que nadie osa pronosticar... y cuando las más altas instancias del reino adoptan posturas conformadas por la incertidumbre, entonces es cuando el resto de los mortales debemos de entender que la situación es complicada, tirando a muy complicada.
Me permito la licencia de citar el principio de la novela de Dickens "A Tale of Two Cities", que entiendo se adapta a la perfección a los tiempos presentes:
"It was the best of times, it was the worst of times, it was the age of wisdom, it was the age of foolishness, it was the epoch of belief, it was the epoch of incredulity, it was the season of Light, it was the season of Darkness, it was the spring of hope, it was the winter of despair, we had everything before us, we had nothing before us, we were all going direct to heaven, we were all going direct the other way - in short, the period was so far like the present period, that some of its noisiest authorities insisted on its being received, for good or for evil, in the superlative degree of comparison only".
Charles Dickens (1812 - 1870), "A Tale of Two Cities"
Saludos.
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